¿Dónde están los valientes pastores que no temen llamar al pecado por su nombre? Pablo exhortó a los ministros de sus días a: “que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina”. Luego, hace esta sorprendente predicción: “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que, teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas” (2 Timoteo 4:2-4).
Estas palabras están cumpliéndose ante nuestros propios ojos. Se enseñan fábulas, escasean los mensajes doctrinales, y millones remplazan la verdad por trivialidades. Los sermones que instan a la obediencia o al sacrificio personal son rechazados y se catalogan como legalistas y condenatorios. La voz de amonestación raramente se escucha, y los mensajes que identifican al anticristo bíblico, son vistos como severos y carentes de amor.
¿Se exagera la situación? Me cuesta creer que un observador cuidadoso del escenario religioso haga tal afirmación. Satanás, sin duda, está trabajando con mayor empeño dentro de la iglesia que fuera de ella, y su plan es idear la más ingeniosa falsificación de la verdad, que haya existido jamás. Mediante la creación de un sistema, paralelo y diabólico, de errores doctrinales dentro de la misma iglesia, ha inducido a millones a la adoración falsa. Esta trama nefasta fue reconocida y expuesta por el Espíritu Santo, poco antes que el gran engañador pusiera a funcionar los componentes principales de su plan en la iglesia post-apostólica.
Pero, antes de considerar el relato inspirado de Juan sobre esta sórdida historia en el libro de Apocalipsis, leamos otra descripción profética del estado espiritual de ese período convulso. El apóstol Pablo advirtió: “Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño” (Hechos 20:29). Luego, escribe: “Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios” (2 Tesalonicenses 2: 3, 4).
Las palabras de Pablo no revelan el tipo de apostasía ni la identidad del “hombre de pecado”, quien asumiría las prerrogativas divinas, pero el plan comenzaría a desarrollarse de forma clara en la iglesia primitiva. Poco después de la críptica advertencia de Pablo sobre el surgimiento del anticristo dentro de la iglesia, el amado Juan comenzó a registrar sus misteriosas visiones apocalípticas en la isla de Patmos. Al explicarse con mayor claridad los símbolos de esas visiones a través del estudio comparativo de las profecías, se observa que el apóstol Juan simplemente se extiende sobre las previas referencias ambiguas de Pablo acerca de la evolutiva dicotomía entre el bien y el mal dentro de la iglesia post-apostólica.
Sin entender el significado histórico de su lenguaje enigmático, Juan describió fielmente el conflicto cósmico entre Cristo y Satanás desde sus orígenes. Este conflicto milenario se enfocaría por último, en el surgimiento de un falso cristo manipulado por Satanás mismo, quien buscaría destruir la ley de Dios, su gobierno y su pueblo. En el encuentro culminante, conocido como la batalla del Armagedón, el gran adversario consolida tanto los poderes seculares como los religiosos de la tierra, para hacer guerra contra una minoría de creyentes fieles y leales que se rehúsan a transgredir la ley Dios. El sistema del anticristo, bajo el control de Satanás, será la fuerza principal en la supresión de la verdad y la aplicación de la pena de muerte a los que se nieguen a cooperar con la confederación del mal.
En sus epístolas, Juan escribió: “Y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo” (1 Juan 4:3). Debido a que Juan reconoció que el “espíritu” del anticristo profetizado, operaba en sus días, colaboró plenamente con el Espíritu Santo, cubriendo con el velo del lenguaje simbólico la revelación de ese poder maligno, para que los enemigos no lo reconocieran y no intentaran destruir por completo el registro inspirado.
Por un lado, se describe a la mujer pura de Apocalipsis 12, vestida de la gloria del sol, con una corona de estrellas y con la luna como estrado de sus pies. Esta mujer representa a la iglesia verdadera, la novia de Cristo. En referencia a esto, los profetas escribieron: “Estoy por destruir a Sión, tan hermosa y delicada” (Jeremías 6:2, NVI). “Diciendo a Sion: Pueblo mío eres tú” (Isaías 51:16).
Más adelante, el apóstol Pablo usó el mismo simbolismo de la iglesia cuando escribió: “Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo” (2 Corintios 11:2).
Por otro lado, Juan describió en Apocalipsis 17 las actividades de una ramera embriagada, vestida de escarlata, sentada sobre muchas aguas y sosteniendo en su mano una copa de oro llena de abominaciones. Esta mujer es la antítesis de la mujer pura de Apocalipsis 12. Aún así, continúa representando a la iglesia, pero es una mujer que ha cometido adulterio espiritual. Su copa está llena de fornicaciones. De acuerdo a la Biblia, este símbolo representa el apartarse de Cristo y el ser infiel a su Palabra. “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios?” (Santiago 4: 4). Aunque casada con Cristo, la iglesia ha sido desobediente a su Palabra, adoptando las enseñanzas del mundo, su enemigo, y convirtiéndose en una ramera. Las fornicaciones en la copa de oro representan las falsas enseñanzas y doctrinas contrarias a Cristo, el esposo legítimo.
Así como el libro de Apocalipsis clasifica a los moradores de la tierra en dos grupos: los que siguen a Cristo o al dragón, obedecen la verdad o el error y reciben la marca de la bestia o el sello de Dios; de igual manera, este mensaje imagina a cada individuo, al final del tiempo, del lado de la ramera o del lado de la mujer pura. Es solemne pensar que todos los que leen estas palabras, pertenecen a un bando u otro. No hay un terreno intermedio. Solo existe la facción de los salvados o la de los perdidos. El profeta miró hacia un lado y vio la ira de Dios sobre los que tenían la marca de la bestia (Apocalipsis 14:10, 11). Luego, miró hacia el otro lado y declaró: “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apocalipsis 14:12). Una experiencia de fe —la experiencia de Jesús— que induce a obedecer los mandamientos, es lo que distingue a los seguidores de Cristo de los seguidores de la bestia.
Y me llevó en el Espíritu al desierto; y vi a una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos. Y la mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro de piedras preciosas y de perlas, y tenía en la mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación; y en su frente un nombre escrito, un misterio: BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA. Vi a la mujer ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús; y cuando la vi, quedé asombrado con gran asombro” (Apocalipsis 17:1-6).
No es una exageración afirmar que nuestra salvación eterna, bien podría depender de la identificación correcta de este sistema eclesiástico corrupto. El Revelador declara: “Y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia” (Apocalipsis 13:3). En este estudio, no contamos con el tiempo suficiente para elaborar una lista convincente de características que presenta la Biblia sobre este poder. Sin embargo, se expone este tema a profundidad en una publicación de Amazing Facts titulada: “La Bestia, el Dragón y la Mujer”. En esta obra se estudiará la evidencia en contexto sobre el capítulo 17 de Apocalipsis, con el objetivo de identificar a la mujer perdida y a sus hijas, a las que se les ha dado el nombre de “Babilonia”.
Al considerar los hechos revelados, analicemos los conceptos desde una perspectiva lógica y definida. Primero, esta mujer simboliza un sistema religioso falso. Segundo, se apoya en la bestia semejante a un dragón que tiene siete cabezas y diez cuernos. ¿Quién es esta bestia que sostiene a la mujer? De nuevo, el tiempo no nos permite explayarnos sobre toda la evidencia disponible, pero el versículo 9 da un indicio contundente: “Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se sienta la mujer”.
Esta descripción es bastante reveladora. ¿Qué ciudad se erige sobre siete colinas? El antiguo Imperio Romano tenía su sede en la ciudad de Roma, la que estaba asentada sobre siete colinas junto al Río Tíber. Si bien esta bestia misteriosa abarca mucho más que la Roma Pagana, contamos con pruebas suficientes para aseverar que Roma, sin duda, fue parte del poder que apoyó al sistema religioso identificado como la ramera. Esto nos lleva a la siguiente pregunta: ¿Qué iglesia recibió el apoyo del Imperio Romano? Solo una, la Iglesia católica, cuyo gobierno papal asumió el título de Pontifex Maximus, sucesor directo de los Césares de Roma.
La segunda serie de pruebas que apunta al papado se encuentra en el verso 6: “Vi a la mujer ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús; y cuando la vi, quedé asombrado con gran asombro”. La historia menciona una iglesia que ha librado una batalla férrea contra los cristianos fieles de Dios. Más de cincuenta millones de mártires fueron víctimas de la despiadada inquisición que prácticó la Iglesia de Roma, según los cálculos más conservadores. Ciertamente fue una iglesia perseguidora. Múltiples pruebas, incluyendo la admisión de culpabilidad departe de la misma iglesia, respaldan este singular comportamiento.
Otra pista interesante se encuentra en el verso 4: “Y la mujer estaba vestida de púrpura y escarlata”. Cualquiera que haya visitado el Vaticano puede atestiguar el predominio de estos colores en la Plaza de San Pedro. Cardenales vestidos con túnicas de color púrpura se encuentran entre los más frecuentes visitantes de la sede papal. Juan además asegura que la mujer estaba “adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas”. ¡Que contraste con la sencillez de la mujer pura, vestida del sol, de Apocalipsis 12, que no usa ornamentos ficticios! En la Biblia, las joyas y los adornos simbolizan apostasía e infidelidad. (Con esta negativa connotación espiritual, el cristiano verdadero debería evitar la ostentación de dicho despliegue y orgullo mundanos).
De paso, notemos que la bestia sobre la que se sienta la ramera tiene diez cuernos. El ángel lo explica de la siguiente manera: “Y los diez cuernos… son diez reyes, que aún no han recibido reino; pero por una hora recibirán autoridad como reyes juntamente con la bestia. Estos tienen un mismo propósito, y entregarán su poder y su autoridad a la bestia. Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá… Y los diez cuernos que viste en la bestia, éstos aborrecerán a la ramera, y la dejarán desolada y desnuda; y devorarán sus carnes, y la quemarán con fuego” (Apocalipsis 17:12-16).
Este escenario profético es realmente interesante. Dado que el número diez denota “completitud terrenal”, así como el número siete, indica “perfección divina”, podemos identificar en esta profecía una confederación universal de gobiernos terrenales, que apoyan a la bestia durante un período de tiempo determinado. La Roma Pagana fue una de las principales potencias políticas que transfirió su fuerza al sistema papal. En el tiempo del fin observamos la unión de todos los reyes de la tierra en apoyo a los objetivos de la Iglesia católica. Juan declaró que “se maravilló toda la tierra en pos de la bestia” (Apocalipsis 13:3).
Pero un cambio se da justo antes del juicio de la gran ramera. Los reinos terrenales, aparentemente, reconocen que han sido engañados por este sistema babilónico y retiran su apoyo incondicional. Las profecías afirman que, al final del tiempo, éstos arremeterán contra la mujer y la “dejarán desolada... y la quemarán con fuego”.
Esto nos ayuda a comprender otra explicación simbólica de la experiencia de la mujer. Aunque estaba sentada sobre “muchas aguas”, éstas se secarían (Apocalipsis 16:12). La explicación del ángel dice: “Las aguas que has visto donde la ramera se sienta, son pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas” (Apocalipsis 17:15).
Cuando los pueblos y naciones, simbolizados por las aguas, le retiren su apoyo, habrá un secamiento genuino de las aguas que la sostienen en esta posición de poder. Los detalles de este evento futuro son imposibles de definir por el momento, pero el panorama completo se nos presenta en forma clara a través del lenguaje profético.
En la copa de oro encontramos el bautismo por aspersión en lugar del bautismo por inmersión, costumbre que nuestro Señor nunca practicó ni aprobó. Cuando Jesús habló del bautismo empleó una palabra específica, que sólo tiene un significado. Su connotación no puede confundirse con aspersión o derramamiento parcial de agua. Literalmente, significa sumergirse por completo debajo del agua.
Otra doctrina incluida en la copa de oro es la observancia del domingo en lugar del día sábado. En ninguna parte de la Biblia se ha cambiado o abolido los Diez Mandamientos, escritos con el dedo de Dios. De hecho, Jesús guardó el sábado, el séptimo día, “conforme a su costumbre”, y no hizo referencia alguna a la observancia del primer día de la semana (Lucas 4:12). El “día del sol” del paganismo se adoptó mucho tiempo después de la era de los apóstoles, para aplacar al influjo masivo de adoradores del sol y del Dios Mitra, y su supuestamente “convertido” emperador pagano, Constantino.
Un elemento de gran importancia en la copa de oro es, sin lugar a duda, el concepto greco-romano de la inmortalidad natural del alma, que al momento de la muerte se aleja del cuerpo y continúa hacia un destino de tormento o recompensa eterna. La verdad es que la Biblia en ninguna parte habla sobre la inmortalidad del alma. Jesús comparó la muerte a un sueño. Según esta doctrina, es un estado de inconsciencia mientras se yace en la tumba, de la que todos despertarán el día de juicio, para recibir vida eterna o muerte perpetua. “No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación” (Juan 5:28, 29).
Jesús también contradijo otra falacia popular, incluída en la copa de oro de las abominaciones. La doctrina del tormento eterno, en un interminable infierno ardiente, ha sido responsable de que multitudes se hayan alejado de las misericordiosas provisiones que ofrece el amante Salvador. Una vez más, las palabras de Jesús son claras e inequívocas: “Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mateo 10:28).
Este pasaje demuestra incuestionablemente y de acuerdo a la máxima autoridad, que el alma también muere. Sólo los justos reciben el don de la vida eterna. “Porque la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). “El alma que pecare, esa morirá” (Ezequiel 18:4). “Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos… Hollaréis a los malos, los cuales serán ceniza bajo las plantas de vuestros pies” (Malaquías 4:1, 3).
El testimonio consistente de las Escrituras señala la ejecución final del juicio sobre los malvados en el lago de fuego. Será una muerte eterna de la que nadie sobrevive o resucita. Dado que el alma no es de naturaleza inmortal, todos los malvados sufrirán el destino que, vívidamente, Jesús describió: “destruir el alma y el cuerpo en el infierno”.
La palabra “Babilonia” denota confusión. Se originó en la Torre de Babel donde Dios confundió las lenguas, para que no pudieran entenderse entre sí. Hablamos de un barboteo de voces. Dios llama a esta mujer Babilonia, debido a la mezcla impía de verdad y error que causa que, “los moradores de la tierra” sean “embriagado[s] con el vino de su fornicación”. En otras palabras, el mundo entero será contaminado y confundido por sus enseñanzas.
Examinemos más de cerca, este extravagante nombre. Observe que es obviamente un apellido, porque tiene hijas; y se las denomina rameras como la madre. Hemos establecido que la mujer simboliza a la iglesia en los escritos proféticos, por lo tanto, nos enfocaremos en la identidad de estas hijas. Puesto que también son culpables de infidelidad, concluímos que son iglesias que comparten algunas de las doctrinas falsas, que son parte de la fornicación espiritual.
En otras palabras, beben de la misma copa de oro, la poción antibíblica de enseñanzas pseudo-cristianas. ¿Qué iglesias representan estas hijas? Ya que la madre ha sido identificada como la Iglesia católica, debemos buscar otras denominaciones, que surgieron de la iglesia madre de Roma y llevaron consigo algunas de las doctrinas confusas de esta iglesia.
Nadie puede oponerse a la idea, que esas hijas son iglesias protestantes, que han heredado muchas de las tradiciones vanas de sus antepasados católicos. Queramos o no, debemos admitir que muchas de las doctrinas populares de las iglesias protestantes tradicionales, tienen su origen en ese período crepuscular cuasi-cristiano, cuando la iglesia post-apostólica estaba sometida a las influencias del paganismo.
No se requiere más que mirar un ejemplo de la ley moral, para darse cuenta, cuán seriamente la infiltración afectó las enseñanzas de la iglesia, en ese entonces y en la actualidad. A pesar de lo explícito que son los Diez Mandamientos, “El séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna”, los líderes de la iglesia primitiva cedieron a la exigencia política de recibir a millones de antiguos adoradores del sol, que no querían renunciar a su costumbre de adorar en el primer día de la semana; día que nombraron y observaron en honor al venerable dios sol.
La jerarquía de la Iglesia católica simplemente cambió el día de adoración del séptimo al primer día, bajo la premisa que Dios les confirió tal autoridad. Millones de protestantes siguen esa práctica tergiversada, a pesar de que se fundamenta únicamente en las acciones ilegítimas del sistema católico apóstata. A ningún humano, líder eclesiástico, sea obispo, sacerdote o papa, se le ha dado autoridad alguna, para cambiar la ley moral del universo, los Diez Mandamientos.
¿No es interesante que las hijas sigan ciegamente la tradición de la transigente Iglesia católica, a pesar de que ha sido identificada como el poder del anticristo del que habla la profecía? ¿Cómo puede ser? ¿Por qué fue tan fácil aceptar algo que constituía una violación flagrante a un claro mandato de Dios? Quizás la respuesta a esa pregunta sea más patente, al ser nosotros mismos confrontados con un mandato tan conciso y específico. Vayamos al meollo de esta imponente profecía y hagámonos la pregunta: ¿Qué piensa Dios acerca de esta mujer y de sus hijas?
Porque todas las naciones han bebido del vino del furor de su fornicación; y los reyes de la tierra han fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra se han enriquecido de la potencia de sus deleites. Y oí otra voz del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas; porque sus pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades” (Apocalipsis 18:1-5).
Un análisis minucioso de estos versículos revela que se proclama un mensaje muy especial, que tendrá un efecto en todos los confines de la tierra. Utilizando el símbolo de un poderoso cuarto ángel, se advierte contra el falso evangelio que predican la ramera y sus hijas. No solo ha caído en desgracia espiritual, sino que su vino de doctrinas engañosas, le ha permitido aliarse con los reyes de la tierra. Se representa a todas las naciones fornicando con ella, al apoyar sus falsas enseñanzas. Utilizan la relación ilícita para su propio beneficio político, y “se han enriquecido de la potencia de sus deleites”.
De manera súbita, el llamado del cuarto ángel es interrumpido por una voz aún más urgente que proviene del mismo cielo. Esta vez no hay duda acerca de aquel cuyo mensaje va de un extremo de los cielos al otro. ¡Dios habla! Y se dirige a un grupo exclusivo utilizando la frase: “mi pueblo”.
Apocalipsis 18:4 dice: “Y oí otra voz del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas”. El panorama se vuelve más claro. Hay personas sinceras en todas esas iglesias, representadas por la madre ramera y sus hijas. Ya que han aceptado la luz de la verdad que se les ha revelado, Dios extiende una última invitación de misericordia. ¡Qué mensaje! Sin duda, es el llamado más impactante y radical que jamás hayan escuchado oídos humanos.
¿Qué significa? Solo hay una respuesta. Estas denominaciones religiosas representadas por el sistema de la Babilonia caída, se han alejado tanto de los fundamentos bíblicos, que Dios no las reconoce como suyas. Al preferir las tradiciones de los hombres, en vez de los mandamientos de Dios, se han descalificado a sí mismas como pastores fiables del rebaño de Dios. En casi todas las campañas que realizo, los miembros de distintas iglesias me preguntan, a veces con lágrimas en los ojos, qué deberían hacer con su iglesia o su pastor. En lugar de recibir consejos alentadores y respuestas bíblicas, se les enseña a quebrantar la ley de Dios. Les dicen: “Los diez mandamientos fueron clavados en la cruz. Ya no es necesario guardar el sábado. Pueden escoger cualquier día para adorar y reposar”.
La apostasía y la traición alcanzan su límite, cuando los líderes apadrinan el pecado. Dios dice, “Hasta aquí, pueblo mío. No pueden permanecer en una iglesia que ha caído espiritualmente tan hondo, que les enseña a quebrantar mi ley. Salgan de esa confusión”. Qué mandato tan aterrador y emotivo será para aquellos que lo escuchan por primera vez, y qué fácil será empatizar con esta mezcla de emociones. Aman su iglesia. Sus recuerdos más preciados giran en torno a su ministerio: bautismo, matrimonio y dedicación. Aunque reconocen la apostasía y la necesidad de separarse, es una de las ordenanzas más difíciles de acatar.
Qué extraño resulta que el lenguaje más fuerte y condenatorio de la Biblia, se use contra las personas religiosas. Jesús pronunció un terrible juicio contra los fariseos, quienes pretendían ser justos, mientras violaban todos y cada uno de los principios de la verdad. Así mismo, Dios habla de manera directa desde el cielo contra aquellos que profesan ser cristianos, pero transgreden deliberadamente sus mandamientos. Su desagrado extremo lo dirige hacia ambos grupos: hipócritas, sepulcros blanqueados, generación de víboras, dominio de todo espíritu inmundo, morada de demonios, jaula de toda ave inmunda y aborrecible. Estas son algunas de las acusaciones que lanza sobre ellos. ¿Son justificadas? ¿Por qué una crítica tan mordaz contra aquellos que pretendían ser tan religiosos?
La respuesta a esta pregunta es importante. Estas iglesias, cada una de ellas, han permitido que las tradiciones populares de los hombres, reemplacen las abnegadas verdades de la Palabra y ley de Dios. Al rechazar el sábado, el día de reposo del Señor, y aceptar el día de adoración pagano, son culpables de condonar el pecado en lugar de la justicia. Dijo Jesús: “Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres” (Mateo 15:9).
Entonces, ¿quiénes son Babilonia y sus hijas? Cualquier iglesia contemporánea, cuyas doctrinas contradigan las enseñanzas de Jesús. Los errores y los “ismos” pueden multiplicarse, pero el nivel máximo de abominación se alcanza, cuando intencionalmente se incentiva a quebrantar la ley moral de Dios. Al enseñar a los hombres a quebrantar el sábado, la señal y sello de nuestra salvación en Cristo, las iglesias cometen un acto de sabotaje contra el pueblo de Dios. Muy pronto, esas mismas iglesias sentirán tanto disgusto contra los que obedecen, que ejercerán su influencia para hacer cumplir las leyes religiosas. Ningún hijo verdadero de Dios puede brindar apoyo a estas instituciones. Sería como estar de acuerdo con las creencias y acciones equivocadas de esos grupos religiosos.
No es de extrañarse entonces, que Dios haga el llamado enérgico: “salid de ella, pueblo mío. Deben dejar esas iglesias que han rechazado mi ley”. Pero, ¿a donde se dirigen cuando salgan de las iglesias caídas? ¿Es el propósito de Dios que estas almas se sientan desarraigadas, se queden sin iglesia, sin pastor y sin hermandad? Por supuesto que no. Así como existe, en la profecía, una mujer ramera que representa una religión falsa, también existe una mujer pura que simboliza la verdadera iglesia de Jesucristo.
Juan comienza la descripción de la mujer vestida de blanco así: “Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Y estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento” (Apocalipsis 12:1, 2).
El resto del capítulo da detalles sobre el embarazo de esta hermosa mujer y su descendencia. De pie, bajo la gloriosa luz de la era del Nuevo Testamento, con una corona que representa a los 12 apóstoles, está a punto de dar a luz a una criatura. Parado frente a ella se encuentra un temible dragón escarlata, listo para devorar al hijo tan pronto nazca, pero la criatura esquiva al dragón, y luego es arrebatado para el trono de Dios. ¿Quién era la criatura? Juan asegura que el hijo iba a gobernar a todas las naciones de la tierra; por lo que concluimos que era Jesús. Además, fue el único arrebatado para el trono de Dios.
Después, la mujer, la verdadera iglesia, huye al desierto y permanece allí por 1,260 días. Dado que un día profético equivale a un año literal, la mujer se mantiene oculta por 1,260 años exactos (Ezequiel 4:6). La historia confirma que el gobierno civil del papado, durante el cual los santos fueron perseguidos, reinó desde el año 538 d.C. hasta el año 1798. Durante la Edad Media, la Biblia fue suprimida, y la verdadera iglesia no era reconocida ante el mundo.
Sin embargo, al fin de los 1,260 años, poco después del año 1798, la luz de la verdad volvería a resplandecer. Juan ofrece una descripción dramática de la mujer como aparecería al final del tiempo, y cómo Satanás trataría de silenciar su testimonio de la verdad ante el mundo. “Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 12:17).
Este versículo contiene una predicción fascinante de la Biblia. Da a conocer al remanente, lo que queda, de la verdadera iglesia. Los que obedecen los mandamientos de Dios. La mujer escarlata de Apocalipsis 17 se apartó de la ley de Dios, rechazó el sábado, y espiritualmente adulteró las doctrinas con tradiciones de hombres. Ahora la brecha ha sido sanada y la verdad original es restaurada por el resto de la simiente de la mujer pura, la iglesia remanente.
Finalmente, se cumplirá la profecía de Isaías: “Y los tuyos edificarán las ruinas antiguas; los cimientos de generación y generación levantarás, y serás llamado reparador de portillos, restaurador de calzadas para habitar. Si retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamares delicia, santo, glorioso de Jehová; y lo venerares, no andando en tus propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en Jehová; y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre; porque la boca de Jehová lo ha hablado” (Isaías 58:12-14).
Se develó el círculo de apostasía. Desde la simiente de la mujer en Génesis 3:15 hasta la simiente de la mujer de Apocalipsis 12:17, la iglesia verdadera ha librado una guerra implacable en contra de la falsa de doctrina. En el conflicto final, la mujer escarlata parece prevalecer debido al respaldo que recibe de la mayoría, pero el pequeño remanente fiel de la mujer vestida de blanco que “guarda los mandamientos de Dios”, finalmente triunfa. De todas las bestias feroces descritas en el libro de Apocalipsis, el Cordero ensangrentado es el que prevalece al final. Mi deseo es que mediante la sangre de ese Cordero, nos encontremos en el Monte Sion, el lugar de descanso y seguridad eterna.